Siempre pensé que la soledad no era dañina. Al contrario, postulaba que estar solo era una condición necesaria para todo ser humano; que en la soledad se puede encontrar uno mismo, la inspiración; que la creatividad florece cuando te abstraes del bullicio de la gente, de la ciudad; cuando te encierras en tu casa y no ves nada más que a ti mismo; escuchas sólo tus pensamientos.
Hoy cumplo casi tres semanas de estar en las condiciones anotadas. La conclusión: ¡es horrible la soledad!
Si bien puedo estar solo con mis pensamientos, no es verdad que florezca mi inspiración. Tres semanas y sigo estancado con mis escritos. Mis cuentos heróicos siguen en algún rincón de mi mente. No he podido postear en internet. Twitter y Facebook lucen abandonados. Sólo estadísticas de fútbol y una que otra noticia sensacionalista. Este post, de hecho, lo escribo al borde la desesperación.
Imaginen el panorama: De lunes a viernes, no tengo contacto humano hasta las 5 de la tarde, a veces hasta las 9 de la noche. Hoy será un día de esos, de los interminables. Convivio en el trabajo de mi amada.
Me acompañan mi computadora, la televisión por cable y un Play Station 3, que un amigo samaritano tuvo a bien prestarme, aunque dudo que sus intenciones sean legítimas, sino sólo un pretexto para ausentarse de su casa todos los sábados por la tarde, supongo, alegando venir a mi casa a jugar. Únicamente vino este sábado y se fue a los 30 minutos. No jugamos.
Las dos gatas que adoptó mi mujer hace 10 y 5 meses, respectivamente, si acaso aparecen en las horas estratégicas para maullar por comida. Yo, anegado por la soledad, confieso que las he buscado en un par de ocasiones, para sentirme un poco acompañado. El resultado es que o no las encuentro, o su presencia es tan sútil, que desisto al instante de mi intento por despertarlas de su sueño para que hagan algo gracioso que me reconforte.
La televisión parecía ser el entretenimiento perfecto. El gusto duró un par de días. Regresó cuando hubo Champions League. Se volvió a ir. Nunca me había percatado que la Europa League es muy inferior a su hermana mayor. Nunca había visto los partidos de ambas competiciones, por cuestiones de trabajo obviamente. Los directivos europeos no imaginan que en América estamos trabajando cuando elloss van a los estadios de futbol.
La primera semana, devoré "Ensayo sobre la ceguera", de José Saramago. Mientras lo digería, imaginé semejanzas de la trama con "The Walking Dead", el cómic, claro está; la serie de televisión es para niños, a comparación de la novela gráfica. El instinto humano de supervivencia y la vileza de algunas personas aún en las peores condiciones de vida, son similitudes que no se pueden negar.
Cuando estuvo digerida la lectura, comencé a leer "Noticia de un secuestro", de García Márquez. Me lo prestó un amigo hace tiempo y no había tenido la oportunidad de comenzar a leerlo. A diferencia de Saramago, este ganador del Premio Nobel no hizo una obra maestra con este libro. Comencé entusiasmado, pero después de las primeras veinte páginas perdí el interés. La "narcocultura" no es mi tema favorito. La situación de Colombia a finales de los 80 y principios de los 90, la conozco de los documentales de History Channel. El libro me cuenta de unos "narcosecuestros" sistemáticos durante la presidencia de César Gaviria, hoy, presidente de la OEA. Desistí.
Aunque todavía tengo algunos libros pendientes, no estoy de ánimo para comenzar 1Q84, de Haruki Murakami, ni abrir mis compendios de Reader's Digest. Los libros de Derecho tampoco me satisfacen.
Las buenas noticias son que el próximo lunes regreso a trabajar y que hay puente vacacional a partir de mañana; así que prácticamente hoy es mi último día de cautiverio. Las malas nuevas, o un poco viejas, son que estoy solo, algo triste y lo suficientemente melancólico para publicar esto en internet. Si tuvieron la dedicación de leerlo completo, tal vez, entiendan las circunstancias en que me encuentro.